Cuando realizas una rutina intensa, existe una alta probabilidad de que tus músculos se sientan adoloridos. Disminuye este efecto con los siguientes consejos.
Frota gel o pomada de árnica en tus músculos después de entrenar. Es un remedio homeopático típico que funciona a nivel celular para ayudar a los músculos a repararse a sí mismos. Encuentra ungüentos de árnica en tiendas naturistas.
Añade sales de epsom al agua del baño, o usa una mezcla de una taza de sal de mar y dos tazas de bicarbonato de sodio. Las sales relajan tus músculos y te ayudan a eliminar toxinas.
Enjuágate con agua fría. Reducirás la inflamación y favorecerás la sanación. También puedes hacer hidroterapia en casa, alternando agua fría y caliente en la regadera. Esto mejora tu circulación.
Toma una aspirina o ibuprofeno al terminar rutinas particularmente arduas.
Conforta tus músculos con un masaje al final de cada semana. No solo será una recompensa, sino que incluso mejorará tu circulación y te ayudará a aliviar el dolor. Busca un terapeuta que practique masaje de tejido profundo, lo cual destensará y suavizará las fibras musculares.
Calienta tus músculos antes de una rutina. Haz estiramientos dinámicos (aquellos que llevan tu cuerpo a su rango máximo de movimiento). Prueba los desplantes caminando. Pero para prevenir el dolor muscular, el enfriamiento es la clave. Camina o anda en bici por 10 minutos para ayudar a vaciar el ácido láctico de tus músculos. Luego, asegúrate de hacer estiramientos estáticos (tu cuerpo permanece en un solo lugar mientras estiras un músculo específico), que relajen tus músculos y te ayuden a ganar flexibilidad.